Estoy acostumbrado a caminar por el monte por placer, o en ciudad solo por necesidad para realizar cortos trayectos. Por eso, en mi primer viaje a África, me quedé impactado cuando vi, al salir del aeropuerto, los arcenes de la carretera llenos de personas caminando. Pregunté a quienes me habían ido a recoger dónde iban esas personas tan pronto, ya que eran las 5 de la mañana. Me contestaron que se dirigían al trabajo, a la escuela o simplemente a por agua. Algunos de esos lugares  estaban a más de 10km de sus casas. Cada día, ida y vuelta, caminando. No tenían otra opción ya que no podían ni si quiera pagar el precio del transporte colectivo.

En ese mismo viaje visité el centro de entrenamiento de corredores más famoso de África, donde entrenan campeones del mundo de maratón, de 10.000m, etc. Conociendo cómo son los centros de alto rendimiento para deportistas en España, me llamó poderosamente la atención las infraestructuras tan básicas con las que contaba este centro. La pista de entrenamiento era de tierra, con vacas pastando, niños jugando en la ría del obstáculo y chabolas en los laterales. Chabolas donde vivían algunos de los atletas. Allí no había masajistas, médicos deportivos, bebidas isotónicas, duchas relajantes de agua caliente, material deportivo de última generación, etc.

Una mañana tuve el privilegio de entrenar allí, rodeado de atletas africanos. Para ellos, correr era su oportunidad de supervivencia, además del más común de los medios de transporte. Sus herramientas para entrenar eran la humildad, el sacrificio y sus ganas por tener una vida mejor.

Los kilómetros que corrí sobre la tierra roja cambiaron mi percepción de la distancia. La distancia entre mis condiciones de vida y las suyas. Caí en la cuenta que yo entreno si quiero, camino si quiero. Otros caminan y corren para sobrevivir. La diferencia abruma.

Y por fin llegó el momento. Un anhelo deseado, un proyecto prolongado y un reto alcanzando: trasladar una pasión, atraer el hermoso mundo de la montaña a los que lo amen, los que busquen descubrir, sorprenderse, desconectar o simplemente disfrutar… desde el respeto y cuidado del frágil medio natural.

Para ello queremos compartir un programa para descubrir paisajes de extrema belleza, escuchar el canto de los pájaros, el susurro de los arroyos, el movimiento de las copas de los árboles azotadas por el viento, los olores y sonidos tras la lluvia, o simplemente estar y sentir la naturaleza de los entornos montañosos. Cada estación posee un atractivo y cada lugar un encanto determinado. Nuestras propuestas se han adaptado para poder disfrutar de estos atributos en las más variadas circunstancias.

Viviremos el despertar de la naturaleza, la calma de la noche bajo el foco lunar, el crujir de las raquetas sobre el manto nivoso, los horizontes interminables desde las cimas, y te ayudaremos a materializar tus ilusiones, que también serán las nuestras.

¿Nos acompañas? Si te atreves, repetirás.