Ya hace un siglo, el naturalista John Muir escribía: “Miles de personas cansadas, con los nervios destrozados e hipercivilizadas están empezando a descubrir que ir a la montaña es como ir a casa; que el contacto con la naturaleza es una necesidad; y que los parques y reservas naturales son útiles no solo como fuentes de leña y de agua para regar, sino también como fuentes de vida”.
Cada vez estamos más conectados a la tecnología y más desconectados de la naturaleza, una situación que afecta de forma negativa a nuestro cuerpo y mente.
Probablemente alguna vez hayamos sentido una sensación de plenitud y vitalidad tras un paseo por el campo o la montaña, y es que está demostrado que tiene grandes beneficios para nuestro cuerpo.
Cada vez pasamos más tiempos encerrados entre 4 paredes, bien sea en una oficina durante la jornada laboral o en nuestra casa con consecuencias fatales para la mente. Y ya no digamos después del confinamiento vivido por la pandemia del Covid’19.
El periodista y escritor estadounidense Richard Louv acuñó el término “trastorno por déficit de naturaleza” (TDN), indicando que la exposición directa a la naturaleza es fundamental para el buen desarrollo humano, especialmente en los niños. Sin duda la naturaleza es el entorno donde sobre todo los más pequeños exploran libremente, sin la necesidad de recurrir ni ser reemplazado por la tecnología, por muy avanzada que sea.
Hacemos referencia ahora al catedrático de Psicología Ambiental de la UAM, José Antonio Corraliza quien afirma que “el TDN forma parte de un conjunto de problemas que, genéricamente, se denominan enfermedades psicoterráticas, que son trastornos que tienen su origen en una deficitaria o patológica relación con el entorno en el que vivimos”.
Entre otras cosas, un déficit de naturaleza provoca falta de concentración, ansiedad, estrés… suficientes perjuicios como para tomárselo en serio. Además, las enfermedades respiratorias se agravan en los entornos urbanos. La obesidad, el asma, la hiperactividad o la falta de vitamina D también son otros síntomas que se ven afectados por la falta de este contacto vital.
No hace falta que nos vayamos a vivir al bosque, pero si hacemos frecuentes escapadas a entornos naturales podremos notar sus múltiples efectos beneficiosos como:
-Disminución de la presión arterial
-Bajar los niveles de ansiedad, depresión o hiperactividad.
-Mejora del sueño
-Fortalecimiento del sistema inmune.
-Mejora de la autoestima.
-Mayor capacidad de atención.
-Incremento de la vitalidad.
-Incremento de la capacidad cerebral y la claridad del pensamiento.
-Mejora de la creatividad.
¿Cuándo empiezas a cuidarte?