Media
Dificultad
1 día
Duración
Todo el año
Fechas
Madrid
Ubicación
Max. 12 por guía
Nº de personas

El curso del río Lozoya dibuja a partir del embalse del Atazar, el mayor de la Comunidad de Madrid, una agreste orografía. El interior de este cañón acoge bosques caducifolios de álamos, arces, fresnos y sauces, flanqueados por grandes paredes de roca caliza. Frente al singular enclave de la presa del Pontón de la Oliva, se alzan las vías de escalada más populares entre los aficionados madrileños.

Tendremos la posibilidad de disfrutar de este espectáculo visual desde diferentes perspectivas, tanto desde el fondo del valle como desde el Cerro de la Oliva. Y visitaremos el curioso enclave de Las Cárcavas y sus profundos pasillos moldeados por la erosión.

Y como colofón, se recomienda una visita a la turística localidad de Patones de Arriba, fiel representante de la afamada arquitectura negra.

  • Ropa de montaña cómoda para caminar
  • Chubasquero impermeable (imprescindible aún con previsión de buen tiempo)
  • Bastones de trekking
  • Botas de senderismo (Imprescindibles)
  • Mochila de 30 litros de capacidad
  • Cantimplora o botella para el agua de al menos 1,5 litros
  • Gorra para el sol
  • Gafas de sol
  • Crema solar
  • Gorro para el frío
  • Guantes
  • Algo de comida
  • Teléfono móvil con la batería cargada
  • Mascarilla (por Covid’19)

Reseñas de actividades

5.00 Residencia en 2 reseñas
abril 12, 2021

Una ruta especial en la que fuimos viendo, y oliendo, una enorme cantidad de plantas. Fue muy interesante el contraste entre el cañón del río Lozoya y las Cárcavas; y también ver tantos alpinistas subiendo por las paredes verticales al lado del río ¡¡Muy recomendable y bien preparada!!

abril 12, 2021

Esta ruta en primavera es una gozada para los sentidos. La vista indudablemente por estar en la montaña y contemplar también su fauna y flora, el oído por el continuo canto y trinar de los pájaros. El olfato por el delicioso olor a hierbas aromáticas y flores de la primavera. El tacto, por poder tocar la hierba húmeda, los hongos extraños que encontramos, los troncos suaves de algunos árboles.
Y por supuesto, el gusto. Lo mejor de toda ruta es la parada para el bocadillo. Porque como todos sabemos, en el campo todo sabe mejor 🙂
¡Gracias Andrés por el diseño de esta ruta tan multisensorial!

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